sábado, 26 de mayo de 2012

Beti zurekin

Voy a comenzar a contando el día de ayer desde el final, es decir, desde el pitido final. Ese sonido que hizo despertarnos a los pocos optimistas que quedábamos de que la remontada era posible, ¡Sí, en un minuto todavía quedaba tiempo! A pesar de que el último mes el Athletic haya metido menos goles que Fernando Torres.

Volviendo al principio del día nos levantamos tras haber dormido todos en la misma habitación, en mi caso sorprendentemente bien porque me tocó dormir en un sillon en el que no entraba y dormí de maravilla. Tras un café rápido partimos para la capital del mundo este fin de semana, la Athletic Hiria.

Desde las 13h hasta la hora del partido fue el tiempo que estuvimos allí y hay vi la verdadera repercusión que tiene este equipo. La ribera del Manzanares se había convertido en rojiblanca, pero esta vez no para honrar al Atletico sino al equipo que lo fundó el Athletic de Bilbao. Fue un largo día donde las fuerzas se fueron reduciendo poco a poco y las pocas horas de sueño comenzaban a pesar pero, por otra parte, no paraba de crecer esa ilusión nuestra de que hoy haríamos algo grande.

A las 7.30 partimos hacía el Calderón (Nota para los organizadores el Calderón no estaba tan cerca como dijisteis). Y una hora más tarde estábamos allí. Me tocó sentarme sólo y ver desde mi sitio como el estadio del Atletico de Madrid iba adquiriendo su habitual color, el rojiblanco, sólo había un detalle diferente, esta vez las águilas se convirtieron en Ikurriñas.

Del partido hay poco que decir. El Barcelona hizo unos 30 primeros minutos espectaculares y pronto dejó al Athletic sin opciones. Los rojiblancos lo intentaron pero el rival fue demasiado para estos jóvenes leones que cuando crezcan seguro que consiguen levantar algún título. La que demostró que es la mejor afición del mundo(vena rojiblanca ON) es la del Athletic, poca gente anima tanto en momentos tan adversos y eso demuestra que el Athletic es más que un club, un club al que los aficionados nunca le abandonará.

Entonces sonó el pitido final y el agotamiento que erá vencido por la ilusión apareció. Eso hizo que me entraran ganas de volver a mi querido sillón y echarme a dormir triste pero orgulloso de pertenecer a algo tan grande


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